Asamblea de apoyo a Bolivia

A reinventar la historia

Fecha: 21 Ene 2010
Este 22 de enero, como hace cuatro años, el presidente Evo Morales, jurará el mando de la nación. Será el primero, desde hace más de cuarenta años, que ejercerá la presidencia en dos periodos consecutivos. Esto es posible,  pues la Constitución vigente desde febrero del año pasado, establece que las autoridades podrán ser reelectas de manera continua por una vez.
El nuevo periodo recién iniciado por Morales ha concitado una gran expectativa internacional. Ya, en las elecciones fue un fenómeno extraordinario, al haber superado en 10 puntos, la votación que obtuvo cuatro años antes. aquella votación, en diciembre de 2005, lo elevó a la presidencia con mayoría absoluta superando todos los vaticinios. El desgaste en el ejercicio del poder, que se supone en toda administración, no ha ocurrido en su caso. Al contrario, a la par que obtener una votación muy superior, ha repercutido internacionalmente con una gran expectativa. Se calcula en dos veces más el número de personas presentes en los actos de toma de mando. Pero, aparte de esas señales muy pasajeras, la expectativa profunda está en los resultados de su gestión. Durante los pasados cuatro años, mostró una eficiencia administrativa elogiada por los organismos internacionales que es irrefutable para los críticos locales y extranjeros. Esto ha permitido la reorganización del Estado en un sentido rectilíneo. De otra parte, el saneamiento de la economía, que inveteradamente mostró impresionantes desajustes, es una realidad que permitió atravesar la crisis económica mundial sin repercusiones en la población. Hay avances en educación, salud y otros rubros. Podría suponerse que, la consolidación de estos logros, sea el corolario esperado del programa de cambio implementado por el MAS y Evo Morales. No es así. El programa de cambio tiene una meta muy bien definida: vivir bien o, si ustedes quieren, el bienestar común. El primer paso hacia esa meta es la redistribución de la riqueza. Los bonos creados en estos años son una iniciativa ponderable; sin embargo, la entrega de dinero no supone redistribución. Esta sólo se da cuando hay un balance menos desigual que tenga carácter permanente. Hay necesidad, por tanto, de crear empleo. Durante muchos años, la inversión era una fantasía. Como el modelo del Estado neoliberal aconsejaba una inversión pública menor, las promesas de mejoramiento de la situación económica, se basaban en anuncios de grandes inversiones privadas que, por lo general, no aparecían. Llegaron al país los llamados capitales golondrinas que permanecían el tiempo justo para esquilmar las empresas. Tenemos varios ejemplos: la italiana que tomó a su cargo las telecomunicaciones, la brasileña que desvalijó la línea aérea o las empresas chilenas que se apropiaron de la red ferroviaria recortando más de la mitad y sacando de contrabando los rieles. Esa fantasía de colores brillantes y fondos tenebrosos empobreció tanto al país, que los gobiernos mendigaban donaciones para cubrir el déficit de sus presupuestos. Hoy, el Estado está invirtiendo cifras muy superiores a las de veinte años atrás. Pero aún no es suficiente. La mayor parte de esas inversiones van a mejorar las ganancias de los grupos de poder económico. Los balances de la banca privada, por ejemplo, muestran resultados que superan largamente los que obtenían en tiempos del neoliberalismo. Los dramáticos anuncios de catástrofes financieras que se dan de tanto en tanto, como no tienen sustento real, no pasan de ser pasatiempo de murmuradores. La industrialización de los hidrocarburos, que está en los planes inmediatos del gobierno, dará mayores ingresos, pero no generarán empleo. Sabemos que se requiere personal de alta calificación, pero en mínima cantidad. El empleo masivo aparece en la industria ligera o en la agricultura y ganadería. Aquí es donde tiene que trabajarse con esmero. El MAS propuso, ya desde 2005 la soberanía alimentaria. En realidad, fue un planteamiento que las organizaciones sociales sostuvieron durante la campaña electoral de 2002. Se trata de diseñar una planificación, y ponerla en práctica por supuesto, que garantice la autosuficiencia del sustento alimenticio. Los índices actuales de importación de estos rubros se han reducido, pero siguen siendo una carga muy pesada. Además, como es evidente, depender de las importaciones para que la población se alimente, es un riesgo por el aumento y la especulación que se hace sobre ellos y, por otra parte, mantiene una dependencia que obstaculiza el desarrollo nacional. Lo mismo podemos decir de la carne. La producción agraria requiere de abundante mano de obra. Es un aspecto muy importante, pero no suficiente para la redistribución de la riqueza. En Bolivia, el productor campesino subvenciona la alimentación urbana. El bajo costo de vida que presenta nuestro país se basa, esencialmente, en esta subvención. Lograr que los precios del mercado aumenten a favor del agricultor y el ganadero es una tarea de largo plazo. Un otro rubro de creación de empleo, es la construcción. Viviendas, carreteras y ferrovías, están en primer lugar. Corre el riesgo de quedar postergado, si el ejercicio fiscal prefiere mantener altas reservas para hacer frente a la crisis internacional, que puede tener remezones en el futuro. A fines del año 2014 podrá hacerse el balance. Sin embargo, esperar que el gobierno haga el trabajo es una forma de conspirar contra el proceso. Ocurre lo mismo con las demandas superlativas que sólo crean falsas expectativas. Pero, claro, hacer estas observaciones es repetir lo que la experiencia ha machacado a lo largo de la historia.